La vamos cargando con los componentes de nuestras vidas. Su cargamento dependerá del momento en que vivimos. A veces va liviana, otras pesada, unos días está bonita, otros días no tan bonita; unas veces está muy organizada y en otras ocasiones hay revoluces.
Usualmente usamos una mochila para la escuela o universidad, para viajar, en fin, hay tantos usos para ellas que nombrarlas es un testamento. Hay de muchos colores, estilos y para todos los gustos. Lo mejor es que la escogemos a gusto con nuestra personalidad.

Su carga a veces es pesada, otras veces liviana pero lo más importante de todo es crear un balance para que su carga no nos afecte. Lo que contengamos en ella se basa en nuestras responsabilidades, situaciones y experiencias vividas. Debemos crear un balance con todo lo que cargamos para no estar sobrecargado y que no nos afecte en lo que deseamos hacer.
El cargamento que tenemos en la mochila debe ser lo que nos beneficie como personas y si hay cosas que no componen nada positivo, se deben deshacer de ellas para evitarnos cargas innecesarias. Lo que no sea bueno debe ser descartado para que el balance sea uno bueno para nosotros. Claro está, hay que buscar momentos en donde dejar la mochila a un lado y tomar un descanso en el camino pero es importante que cuando volvamos a la carga, la mochila tenga lo importante y necesario.
La mochila cambia al igual que nosotros cambiamos, tenemos etapas y cada una representa un aspecto de nuestra vida, un momento, pero mientras vivimos esos momentos cargamos nuestra mochila de la vida.
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