Mis cicatrices vienen de los golpes más duros que me ha dado la vida. No necesariamente son golpes físicos. Los golpes más duros son los golpes que se dan con las palabras, ya que hieren lo más profundo del corazón.
Las experiencias nos marcan, y al pasar del tiempo cicatrizan los golpes pero quedan allí para recordarnos que es la consecuencia de algún acto. Y si no aprendes del primer golpe, la vida se encargará de enseñarte de una manera u otra.
Llegué a llorar en ocasiones por los golpes y las heridas, como duelen. Aprendí a ver la sangre, y a conocer el dolor hasta lo más profundo.
La fuerza de mi cuerpo aguanta los golpes físicos pero los que no lo son, nos ponen a prueba toda nuestra fuerza. Es increible como unas palabras te puedan doler con la misma fuerza que una apuñalada.
Mis cicatrices las cargo con orgullo porque han sido parte de mi crecimiento, de mi formación, y de mi desarrollo como persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario